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Dos sordos en apuros
Perdí el oído izquierdo en una de esas locuras juveniles, buceando hasta reventar los tímpanos, pero bueno, como se suele decir, no hay mal que por bien no venga ya que no hay mejor cosa que una sordera bien administrada, por eso cuando ladran los perros del vecino, yo duermo sobre el oído derecho y ya no hay quien me despierte.
Es cierto que también puede traer algún que otro problemilla. Un día iba con un amigo charlando, procuro ponerme a la izquierda de cualquier acompañante como hice en este caso, porque si no, no me entero de nada, pero éste de vez en cuando cambiaba de lugar poniéndose a mi izquierda , a mi vez , con mucho disimulo, volvía a colocarme en su lado izquierdo y así anduvimos mucho rato, mareando la perdiz, hasta que este amigo que tiene un pronto muy vivo me dijo: -¡Oye, estoy hasta los cojones de que me cambies de lado! ¿No sabes que estoy sordo del oído izquierdo?
A mí me dio un ataque de risa al tiempo que él se iba poniendo lívido de cólera de tal manera que corrí el riesgo de llevar un par de tortas.
–No lo esperaba de ti, reírse de la desgracia de un amigo-, me decía junto con otras lindezas menos agradables.
Cuando ya estuvo más calmado le aclaré mi coincidencia con él y pasamos a contarnos como lográbamos salir airosos de ese defecto y surgió lo de desperezar para ir al trabajo, ya que tanto él como yo, no oíamos el despertador si nos pillaba de oído bueno tapado y se me ocurrió decirle: -Hombre acabo de encontrar la solución, estos días he comprado un despertador de esos ultramodernos y funciona de la siguiente manera: Comienza con una voz femenina, dulce y suave que me llama por mi nombre Manuel, Manueliño, despierta mi amor, esto lo repite varias veces, y si me coge del oído bueno, despierto alegre y contento y he notado que ese incluso rindo más en el trabajo, pero si es del malo, deja transcurrir unos minutos y lego un vozarrón de hombre, diría más bien de macho cabrio,…-¡Despierta holgazán que te voy a cantar una balada! – lalalalalallaaaaaaaaaLAAAAAAAAAAA…… Juan, te aseguro que así también despierto, pero de mal humor y me dan ganas de tirarlo por la ventana. ¡Qué mal trago se pasa! No sé si es psicológico pero el caso es que desde entonces solo una vez me despertó ese cabronazo, ella es mucho más dulce y parece que un sexto sentido hace que sea esa dulce voz la que primera en oír
Y mi amigo que parecía escucharme con asombro me dijo: ¿Y habrá uno que diga: Juan, Juanciño, despierta mi amor?...
No sé si a estas alturas mi amigo Juan consiguió su despertador para medio sordos.
Ya saben, que nadie me dirija la palabra por la izquierda, no le escucharía a menos que se trate de una dulce, melosa y cálida voz femenina.
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